Con las primeras luces de Jericó

El Campo de Trabajo tiene fases claramente diferenciadas. Y la tercera de ellas, la más importante, comienza a tocar a su fin.

La última tarde en El Molinillo comienza a generar costumbres que reclaman apelativo de tradición... Tras la comida, café tranquilo y sereno para hacer una mínima evaluación con los responsables de Linares. Orden del día espontáneo, cercano y familiar: risas y chascarrillos, entreverados con reflexiones enjundiosas. Concluye la sesión con un símbólico apretón de manos con el que todos nos comprometemos a "renovar el contrato" que ya tiene fecha: el 1 de julio de 2018, a las 14.15, estará la paella preparada para comenzar un nuevo campo de trabajo. Y un brindis emocionado por todo lo vivido en este 2017.

Sigue una visita a la sala de materiales donde, un año más, se hacinan los maltrechos monitores perdidos en una siesta que intenta reparar el extremo agotamiento: se han dejado hasta la última gota de energía.

A lo largo del día, se repiten algunas conversaciones. Los "mayores" del campamento, hablan en futuro. Saben que el próximo no podrán venir para dar paso a los más jóvenes, y viven la renuncia con elegancia. Es un gusto escucharles hablar de sus próximos horizontes: se sienten ilusionados con el campo de trabajo de mayores en Ávila, prometen formarse como monitores para ir a las colonias y sueñan con ser catequistas para volver dentro de unos años y mostrar que sus lágrimas también lo son de sal. Con estas ilusiones tratan de enfocar las trazas de amargura de un proyecto que saben que termina para ellos, tras dos años de vivencias inolvidables.

Los "pequeños" más tranquilos por saber que pueden volver, quieren ya reservar su plaza y hablan con pretencioso orgullo de las mejoras que quieren incorporar el próximo curso. Unos y otros hacen planes con los monitores de Linares para poder encontrarse con ellos en algunas de las convivencias...

Bajo el porche de El Molinillo, se contempla con suficiente distancia los juegos, las bromas... Sentado junto a un monitor, en silencio, sin necesidad de palabras, creo que ambos compartimos la sensación de poder saborear el mantra que en el Génesis acompaña el ritmo de la creación: "Y vio Dios que todo era muy bueno". Estamos muy cansados, pero es un privilegio que un proyecto acabe con ganas de más, con fechas de futuro y con vitalidad almacenada.

Por un breve rato, la memoria, espontánea, viaja en el tiempo para tratar de proporcionar adecuadamente todo lo que estamos viviendo. Cada uno de los jóvenes que acompañamos es parte de nuestra propia biografia. 

Mientras ellos juegan y bromean, vienen a mi mente los recuerdos de Navaluenga: fueron los primeros en estrenar las tiendas de los militares. Puedo recordar, como en presente, sus carreras en la lucha contra el tiempo para recuperar el manuscrito perdido de Harry Potter. Me tocó cuidarlos, a la mayoría de ellos, en aquella noche infame de virus y vómitos, que ahora, en la distancia, tiene hasta su encanto. Hemos caminado por el Pantano de Burguillo, por las laderas de Piedralaves, por el río Aceña y por el valle de Rascafría. Coronamos el Trampal en aquella mañana de rebeldía contra las propias limitaciones y escuché sus gritos de alegría y orgullo al rebasar la última rampa que impedía la visión de la laguna. Hemos repartido bocadillos con la Orden de Malta, visitado ancianos en Los Camilos, a los síndrome de Down en Ávila... Hemos tocado, cantado y actuado juntos en teatros... Y nunca podré olvidar, que una noche, en un pabellón deportivo tuviera que dormir, a petición suya, a 50 hormonados tocando la guitarra mientras caían rendidos...

Cómo han crecido. Qué mayores se han hecho. Y qué gusto da estar con ellos: son sencillamente extraordinarios. Debéis estar muy orgullosos de todos ellos.

Me imagino a Josué divisando las primeras torres de Jericó, la ciudad que inauguraba la tierra prometida, tras tantos años de recorrido compartido. De desiertos, manás, fuentes de Meribá y nubes que debían ser seguidas... y surge una inmensa oración de agradecimiento a Dios, poniendo palabra a una experiencia de una hondura que no me es fácil describir.

Me siento privilegiado de haber formado parte del itinerario. De haber formado parte de equipos de monitores de una calidad deslumbrante. De haber participado en proyectos educativos en los que hemos tenido que encarnar el deseo de Vicente de Paúl de que "el amor fuera inventivo hasta el infinito".

En dos semanas nos encontramos con los que ya recuerdan Linares como una de las páginas más bellas de su pasado para seguir caminando con ellos: nos espera La Laguna de Barco. Aquí, en Linares no concluye nada aunque es cierto que sí termina una etapa. 

Una etapa de un itinerario que quiere ser tan complejo como su propia biografía y en el que lo más importante es que en los juegos propios de un niño de 8 años, en las aventuras de itinerantes para hormonados de 12, en el compromiso social con la marginación de los jóvenes de 17 y en las reflexiones de los universitarios; sientan que la parroquia no es sino expresión de la cercanía y la presencia de Dios en cada una de las etapas de su historia.

El 1 de julio de 2018 tienen ya la paella encargada los que aún no han hecho su segundo año de itinerante en Santiago de Aravalle, y los que aún tendrán que curtirse en los voluntariados de Ávila. Esperamos a los que terminan en Linares en la próxima ermita que tengamos que reconstruir, en el siguiente viaje a las Periferias o el siguiente Camino de Santiago.

Intuyo que, sentado bajo el porche de El Molinillo, puedo sentir parte de lo que debe ser vuestra experiencia cotidiana: la participación en una experiencia de paternidad o maternidad que permite entender el paso del tiempo como secuencia de cuidados y desvelos por el otro, en una dinámica que es la única capaz de dar sentido a una vida.

Toca volver a la tarea, pero si me permitís el paréntesis, quiero disfrutar de estos minutos privilegiados en los que los recuerdos delinean un claro hilo conductor cuyo significado es que Dios acompaña nuestros pasos y que los conduce hacia la vida en abundancia que él desea para nosotros.

Es un privilegio poder haber participado del de vuestros hij@s.

Comentarios

  1. Buenas noches. Gracias a ti Josema por contagiar a nuestra hija un año más . La vida son etapas que se van sucediendo cada una de ellas con una meta, en la que Dios, siempre esta presente.

    Nos ponemos en lugar de Natalia y sabemos que ha vivido intensamente estos días con entrega e ilusion, sabiendo que acaba una etapa. Triste por no repetir, pero animada para participar en el proyecto del próximo año.

    Un beso fuerte
    Ricardo Domínguez Martín
    Natalia Pérez Villena

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