El amor alimentado en la memoria

Tiempo de descanso tras la comida en Linares.

Cual evento en el Ferial del Juan Carlos I un paseo permite disfrutar de distintas propuestas.

Hay que reconocer que la más generalizada es la de la siesta reparadora, más meritoria aún por el ruido general.

En el patio, risas y chascarrillos y bromas para todo el que se aproxima.

En la capilla, ahora transformada en sala de encuentros, un improvisado juego, con los críos que aún quedan, de corre y pilla armados con chancletas de piscina.

En la Iglesia se concentran los acontecimientos.

Paseíllo de los que salen de las duchas, que hay pocas y hay que aprovechar cualquier rato disponible. Un grupo que toca la guitarra buscando las canciones que puedan ser cantadas por más personas a la vez. Un grupo de jóvenes en torno a un catequista, seguramente disertando sobre el significado de las cosas (ayer sin ir más lejos, tuve una conversación sobre la existencia de la verdad universal y las particulares durante más de una hora y he de reconocer que ha sido uno de los ejercicios intelectuales más fecundos del curso que recuerdo, incluidos varios congresos). Un par de conversaciones más privadas en otro de los bancos, quizá alguna sobre el significado de los sentimientos compartidos. Tres jóvenes solos, escribiendo en su cuaderno y haciendo oración.

Preside la escena la lucecita que recuerda la presencia de Dios en el sagrario, al fondo de la Iglesia. Creo que nunca el Santísimo se sintió mejor acompañado. Y se intuye en el tintineo de la lámpara una especial viveza y alegría porque la Iglesia rezuma vida y es espacio para lo más hermoso y profundamente humano.

Y en esta amalgama de sonidos y sensaciones, durante el descanso de la tarde, contemplar el sagrario es una invitación a meditar sobre el íntimo vínculo entre memoria y amor sentido. Al fin y al cabo, eso es lo que celebramos en cada domingo: memorial, vivencias que no se olvidan, que labran su huella en el corazón y que vuelven a hacerse presentes cuando se evocan, una Última cena que vuelve a hacerse presente.

La fe en la conexión entre memoria y amor se ha verificado en otros detalles verdaderamente impagables... Ya os he contado que Ricardo tiene una discapacidad intelectual severa. Pero no lo suficiente como para perder la memoria del corazón. La comunicación con él tiene su propia gramática. Frases cortas, instrucciones concretas, palabras que se repiten cual sonsoniquete.... Uno tiene que aceptar esas claves para ser entendido y entender a Ricardo...

Sin embargo, hay palabras "mágicas" con las que la conversación supera el tiempo para tocar el corazón... El truco consiste en pronunciar el nombre de algunos de los monitores que se han ocupado especialmente de él en estos años... Hace ya 3 que Celia no puede venir... Ricardo no sabe cuántos años ha venido a estas colonias urbanas. No es capaz de recordar las actividades, ni los juegos, ni  los detalles... Pero el amor establece una conexión particular con la memoria y pronunciar su nombre desata una sonrisa, sus palmas, girar hacia atrás la cabeza para ampliar espacio del pecho y que dé cabida al sentimiento de alegría, de gratitud y de amor que ese nombre genera.

Inés ya vino dos veces y su tristeza por no poder repetir este año, es espacio para que otros más jóvenes tengan la ocasión de ser transformados como lo fue ella. Pero Ricardo no olvida y el suyo fue el primer nombre en ser pronunciado el lunes cuando entró por la puerta... "¡Inéeeeees! ¡Aonde tá Inéeeeeees!".

Tampoco fue necesario recordar el de Isa, que fue su cuidadora particular años atrás, y que este año tenemos la suerte de que vuelva a acompañarnos...

Renda, anda preocupada. "Sus dos niños" este año no han podido venir a las colonias. Pero el amor se alimenta de una memoria que no es efímera y ella se tomó muy en serio la promesa, el día en que el año pasado nos despedíamos, de volver y traerles un regalo a los hermanos Navidad. Ayer me "pidió cita" para ver la posibilidad de encontrar la dirección de su casa y acercarnos "aunque sea un minuto" para llevarles el regalo que les ha traído y, sobre todo, verificar que siguen sonriendo.

Muchos de los que han pasado por aquí, de los que son sillares de este edificio pastoral que hemos construido entre todos, escribieron estos días para, seguramente, expresar que esto no fue un verano más, que lo guardan en el corazón y que, aunque hayan pasado años, el amor se alimenta de una memoria que no olvida.

Sentado en el último banco, grabo en la mirada la imagen de una Iglesia que rezuma vida en forma de guitarras, paseantes envueltos en toallas, y jóvenes que ejercen su derecho a tratar de entender, de buscar y de encontrar las convicciones y los amores que sostienen una vida.

Sentado en el último banco de la Iglesia, siento el guiño de Dios desde la lamparita del sagrario confirmando "que todo era bueno".

Sentado en el último banco de la Iglesia, regresan a la memoria las palabras del filosofo francés Gabriel Marcel quien convirtió en adagio esta experiencia: "Amar es poder decir al otro no morirás, porque aunque esto sucediera, permanecerás vivo en el sagrario de mi memoria".




Comentarios

  1. Buenas noches, acabamos de leer el relato de hoy, y queremos mostrar nuestro agradeciento y reconocimiento por la labor que estáis realizando.
    Un texto que nos ha conmovido y nos hace reflexionar .
    Gracias por todo.
    Un beso muy fuerte para todos.
    Natalia Pérez Villena
    Ricardo Domínguez Martín

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